Evangelio de todos los días

Miércoles 4 de agosto

 Mateo 15, 21-28

21 Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón
22 En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.»
23 Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.»

24 Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»
25 Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
26 El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
27 «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»
28 Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.

"No vayáis por los caminos de los gentiles" (Mt 10,5) Esta orden había sido dada por nuestro Señor a sus discípulos y ahora lo vemos en tierra de gentiles: Tiro y Sidón. ¿Se contradijo el Señor? No, al contrario, su silencio elocuente tenía como objeto no caer en motivo de ser criticado.  Su silencio no podía provenir de la soberbia o el orgullo que son pecado, sino que tenía un sentido y un motivo claros. 
Luego, la mujer en el colmo de su humildad no se presentó directamente ante el Señor, los seguía a él y a sus discípulos dando voces, pidiendo misericordia; reconociéndolo como Dios al llamarlo "Señor" y como hombre verdadero al llamarlo "Hijo de David".  El Señor calla, pero sus discípulos interceden ante él por ella. El, finalmente, entabla este conmovedor diálogo con ella.  La pone al nivel de los perrillos, en tanto que provenía de una tierra de idolatría.  Pero como "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron" él obra en esta mujer según su fe y cura a su hija. El camino a la salvación de los gentiles está abierto, camino que se completa con la manifestación de Cristo glorioso y resucitado a las naciones: "id y haced discípulos de todos los pueblos".



Martes 27 de julio 2010
San Mateo 13,36-43.
“Entonces despidió a la multitud y se fue a casa.  Y se le acercaron sus discípulos diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo.” El respondió: ‘El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin de este mundo.  El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.  Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.’”
Hay varias cosas que llaman la atención en este texto: la primera tiene que ver con la realidad del mundo como un campo donde se siembra la buena semilla (los hijos del Reino) cuyo sembrador es el Hijo del hombre (el Señor Jesús), y donde hay plantada semilla mala (cizaña-los hijos del Maligno) sembrada por el diablo.  En segundo lugar, el mundo aparece como una realidad en sí misma neutra, de ahí que la imagen del campo sea tan diciente.
No cabe la forma de pensar que nos lleva a separar el Reino de Dios y el mundo, como si Dios estuviera lejos del mundo y desentendido de él.  Siendo que Dios es trascendente, está igualmente presente en nuestro mundo y tiene que ver con él, tanto que sin su presencia nada de lo que es sería.  Nuestro Señor siembra buena semilla. Yo diría que el mundo es como un gran campo de trigo bueno, pero el enemigo siembra aquí y allá cizaña, que serían las malas hierbas.  Y así como a un agricultor no se le ocurre tratar de arrasar con su tractor el campo sólo por acabar con las malas hierbas, nuestro Señor espera paciente a la cosecha, donde el trigo será cosechado y las malas hierbas arrasadas y quemadas.  En el mundo, en nuestro barrio, en nuestro país, hay un buen campo, sembrado con buena semilla por un sembrador que lo conoce bien, y sería injusto llegar a pensar que el campo no vale la pena tan sólo porque se halla en él aquí o allí malas hierbas.  Y aún más, sería contradictorio con la esencia misma de Dios el pensar que él no se da cuenta o que se le escapa la realidad de la cizaña: no la arranca, no sea que con ella sea arrancada también la buena semilla. Demos gracias a Dios por su paciencia y por ser tan buen agricultor.



Julio 16.  Nuestra Señora del Monte Carmelo

Mateo 12, 1-8

"En aquel tiempo cruzaba Jesús un sábado por los sembrados.  Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas.  Al verlo los fariseos, le dijeron: 'Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado'. Pero él les dijo: '¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que lo acompañaban, cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis oído en la Ley que en sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo.  Si hubieseis comprendido lo que significa Misericordia quiero, que no sacrificio, no condenaríais a los que no tienen culpa, porque el Hijo del hombre es señor del sábado'"

"Cesando la ley, nos salva la bondad de Dios..." Estas palabras de San Hilario ilustran bastante bien el acontecimiento de este pasaje.  "La Misericordia se ríe del juicio" (Sant. 2,3), si lo hubieran entendido así los fariseos no habrían condenado de animadversión a los Apóstoles del Señor. Lo que nos ha dado la salvación ha sido la obra de gran Misericordia llevada a cabo por nuestro Salvador en la cruz y lo que puede salvar hoy la vida de tantos, no es un cúmulo de preceptos y doctrinas sino el encuentro con aquel que venido a salvar lo que estaba perdido.  He visto que la Buena Nueva de salvación aún para corazones tan duros con los que hoy día nos podemos encontrar, sigue siendo y seguirá siendo la misma: Dios te ama tal y como eres; Dios te ama y espera que la única ley que mueva tu conducta y pensamiento, sea la ley de su Misericordia, la ley de la Caridad; la ley de un espíritu que ha sido liberado para ser libre (Sant. 2, 12; Gál. 5, 1)

Que Nuestra Señora del Monte Carmelo siga dispensando gracias abundantes sobre nosotros, especialmente, sobra aquellos que conocemos y que puede que estén sumidos en un sueño espiritual que los apresa.  Pidamos especialmente por aquellos que están en depresión, con algún tipo de enfermedad mental o que, simplemente, están sumidos en la tristeza o desesperanza.


Julio 15
Mateo 11, 28


"Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrevargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera".

¿De qué estamos fatigados? ¿Qué otra cosa puede cansarnos y fatigarnos más que el pecado? ¿Qué hay más pesado sobre nuestras espaldas que pueda superar a un montón de normas contradictorias y sin sentido que vemos surgir por doquier en nuestros días? Ambas cosas, pecado y leyes absurdas, han subsistido hasta nuestros días sólo que de manera diferente, aunque con el mismo efecto desastroso para el alma. Cualquiera de nosotros ha sentido alguna vez (o muchísimas veces) el peso enorme que se cosecha de la reveldía contra Dios; se empieza, quizá en la mayoría de las veces, por una conciencia plomiza para finalizar con repercusiones que desde el exterior nacen como fruto de la semilla de maldad que se ha sembrado. Igualmente, es bien sabido cómo las leyes, en muchas ocasiones son contradictorias, dictatoriales y hasta dañinas para el ser humano. No hablo de la ley natural o las normas que surgen para hacer de lazarillos a nuestra conducta y cuyo objetivo es dirigirnos a una vida más plena, más feliz o a permitir la convivencia armónica entre nuestros congéneres, me refiero a todas aquellas leyes que nos quieren imponer aún a costa de que consideremos que van encontra de nosotros mismos. Una niña puede abortar libremente a espaldas de sus padres, pero debe pedir permiso y rellenar un montón de requisitos a la hora de ir a una excursión...
Hoy nuestro presidente hablaba de abolir los anuncios de contactos en los periódicos mientras que el control de lo emitido aún en franja infantil es casi nulo: programas que incitan y promueven toda clase de aberraciones, aún en páginas de Internet oficiales.

Bien lo reflexionó San Jerónimo: "Asegura el profeta Zacarías, que es carga muy pesada la del pecado, diciendo: "que la iniquidad está sentada sobre una mesa de plomo" (Zac 5,7) y el Salmista completó esta verdad con las palabras: "mis iniquidades están pesando sobre mí""(Sal 37,5), es bastante peso el que muchos llevamos a los hombros, pero de ese peso el Señor ha venido a liberarnos, no hay razón por la cual tengamos que seguir soportándolo: "Él nos ha libreado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido haciendo la paz por la sangre de su cruz" (Col 1, 13). Cargar la cruz no significa cargar el peso de nuestros pecados o de leyes inicuas, sino que significa amar: amar cumpliendo nuestro deber, amar como Él no ha amado. No puede referirse, pues, el Señor a la fatiga o a la carga que resulta de llevar nuestra cruz, porque, cuántas veces la fatiga y la carga llevada en la espalda por cumplir nuestro deber en lugar de ser agobio resulta ser bendición y motivo de gozo. También sobre esto tenemos experiencia...

Julio 14
San Mateo 11:25-2

"En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: 'Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.  Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre, le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". (S. Mateo 11:25-2)

San Juan Crisóstomo explicaba este pasaje del Evangelio de la siguiente manera: "Todo lo que el Señor dijo a los Apóstoles en este pasaje, tiene por objeto el hacerlos más precavidos, porque era natural que tuviesen un concepto elevado de sí mismos, aquellos que lanzaban los demonios.  De aquí el reprimir este concepto, porque cuanto se había hecho en su favor no era resultado de su celo, sino de la revelación divina.  Por eso los escribas y los fariseos, teniéndose por sabios y prudentes, cayeron por efecto de su orgullo.  De donde resulta que si por su orgullo no les fue revelado nada, también nosotros debemos tener miedo y ser siempre pequeños: pues esto hizo que vosotros gozaseis de la revelación.  Y como dice San Pablo: 'Los entregó Dios a su réprobo sentido' (Rom 1, 26).  No dice esto para afirmar que Dios es el que produce ese efecto, pues Dios no hace mal, sino que aquellos fueron causa inmediata de ello. Por esta razón dice: 'Ocultaste estas cosas a los sabios y a los prudentes'.  ¿Y por qué razón las ocultó? San Pablo expone la razón en estos términos: 'Porque queriendo establecer su propia justicia, no estuvieron sometidos a la justicia de Dios" (San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38, 1-2)